En muy pocas cosas podemos decir que los sordos son diferentes a los oyentes. Amar y ser amados es un privilegio que todos tenemos, ya sea durante mucho tiempo o un breve plazo. Y como a todos, nos toca vivirlo en todas sus versiones. Específicamente, aqui escribiré sobre el amor de pareja. Uno siempre intenta hallar en su media naranja alguien con gustos, intereses, nivel cultural y estudios afines. Los sordos no somos la excepción. No hay como sentirte felíz junto a una persona que también habla tu idioma.
Pero como este no es un mundo perfecto, no siempre le atinamos a la primera. Se presentan estas situaciones: sordo con sordo y sordo con oyente. No voy a decir cual es mejor, pero sin duda, una de las mas favorecidas es la de sordo con sordo.
La mayoría de los sordos nacen en un ambiente oyente y pueden integrarse bien o no. Existe una ley de la vida que dice que el sordo, tarde o temprano, toma contacto con las señas. Y este contacto es definitivo, ya que marca el ingreso a la Cultura Sorda, y generalmente apadrinado.
Cuando un sordo se enamora necesita sentirse seguro, o de lo contrario tendrá a ser posesivo. Y si la pareja es oyente y no hay correspondencia mutua, pues... se complican las cosas. Tengo muchos amigos sordos que en su momento tuvieron parejas oyentes. Hubo quienes se casaron y tuvieron hijos, pero no fueron felices. Hubo desconfianza, infidelidades, celos, violencia y un caso de asesinato y suicidio. Yo opino que si deciden estar juntos, deben ser honestos y mantener un clima de confianza. A veces pienso en Nelly y David, que prácticamente ni se conocen, pero ya estan casados y tienen un hijo... y muchisimos problemas de dinero, salud y comunicación.
Quizás lo más difícil sea la comunicación. Si se trata de un sordo hablante, que mejor, probablemente el ruido sea el único inconveniente. No obstante, muchas veces se dan malentendidos cuando se pasa demasiado tiempo al teléfono, o con ausencias sospechosas, porque ya está sembrada la semilla de la duda. Si uno de ellos está lo suficientemente convencido de que la relación vale la pena, puede dar infinitas oportunidades para continuarla, pero siempre con la sensación de que solo están jugando con él o ella. La relación se torna enfermiza. En el aspecto positivo, estas relaciones siempre resultan fabulosas. Porque no hay competencias, es apoyo mutuo y por lo general, son muy duraderas.
Cuando la relación es entre dos personas sordas, están en su elemento. Al igual que los oyentes, están en las mismas condiciones, las mismas mañas, las mismas virtudes y defectos, las mismas oportunidades. Probablemente, al principio, los familiares oyentes cercanos deseen meter sus cucharas, pero hay que ser firmes... porque una relación es de dos. Se puede crear un ambiente íntimo y discreto con facilidad, aunque muchas veces, los demás pueden sentirse excluídos. Con sus hijos crean ambientes bilingües muy enriquecedores. No obstante, los hijos oyentes pueden sentirse un poco desorientados y enojados por responsabilidades que no van acorde a su edad y la dependencia que pueden tener de ellos los padres y hermanos sordos. Para ellos existen asociaciones como CODA.
Como se puede ver, la diferencia con los oyentes es mínima.
sábado, 7 de abril de 2007
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